Ser policía no es improvisar: es formarse para no fallar

Esa noche todavía vive en mi memoria como si hubiera pasado ayer.

Eran las 3 de la madrugada cuando sonó el aviso en la emisora: una mujer pedía auxilio porque su expareja había entrado por la fuerza en su domicilio.

Conducíamos rápido, con la sirena abriéndose paso en el silencio de la ciudad dormida. En mi cabeza solo había una idea: llegar a tiempo. Cuando subí las escaleras y empujé aquella puerta entreabierta, lo vi todo con una claridad brutal. Ella estaba en una esquina del salón, temblando, con una niña pequeña agarrada a sus piernas. Esa mirada… jamás se me olvidará. Una mezcla de miedo y esperanza, como si en mis manos estuviera todo su futuro.

El agresor seguía dentro, gritando, fuera de sí. En esos segundos entendí que cada decisión marcaría la diferencia entre una tragedia o una vida a salvo.

Si no hubiera recibido formación específica en violencia de género, en intervención en crisis y en gestión emocional, probablemente habría improvisado, quizá actuado con impulsividad. Pero no. Respiré hondo y recordé cada paso aprendido: separar inmediatamente a la víctima, calmar a la menor, asegurar la zona y aplicar el protocolo de valoración de riesgo. Todo lo que en su día parecía “teoría” en el aula, esa madrugada se transformó en la herramienta que me permitió actuar con firmeza y precisión.

Reducimos al agresor, activamos la protección y trasladamos a la mujer y a su hija a un lugar seguro

Cuando la pequeña, todavía temblando, se me abrazó a la pierna al salir del portal, sentí un nudo en la garganta. Ese instante me recordó por qué elegí esta profesión: porque ser policía no es solo detener delincuentes, es ser un muro frente al miedo, un refugio para los más vulnerables.

Y esa noche comprendí algo que cambió mi manera de ver mi trabajo: la formación no es un trámite, ni un papel más para el currículum. Es la diferencia entre reaccionar a ciegas… o salvar una vida. Entre cometer un error irreversible… o dar a alguien la oportunidad de empezar de nuevo.

Por eso siempre digo que detrás de cada curso, detrás de cada hora de estudio, hay algo mucho más grande:

Puede que el próximo caso dependa de lo que hoy aprendamos. Y cuando llegue ese momento, no habrá tiempo de improvisar. Habrá solo una oportunidad.

Y yo quiero estar preparado para no fallar.

Agradecimiento especial

Quiero cerrar este relato con un reconocimiento sincero a todos los hombres y mujeres que cada día visten el uniforme con amor, esfuerzo y dedicación. Ser policía no es solo un trabajo, es una vocación que exige valentía, sacrificio y una entrega constante a los demás.

Gracias a quienes pasan noches en vela para que otros puedan dormir tranquilos.
Gracias a quienes se forman una y otra vez, porque saben que cada conocimiento adquirido puede marcar la diferencia en el futuro de alguien.
Gracias a quienes actúan con firmeza, pero también con humanidad, recordándonos que detrás de cada actuación hay una vida que merece ser protegida.

A todos los policías, gracias por ser escudo, por ser esperanza y por demostrar que el verdadero valor se encuentra en servir a los demás.

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